La “pasión” por el fútbol siempre está rodeada de rituales, y en Rosario, particularmente, el clamor es extremo y recargado de manera frecuente de violencia. El objetivo después del crimen de Andrés Pillín Bracamonte, que fue acribillado el sábado a la noche junto a otro barra, Daniel “Rana” Attardo, tras partido entre Central y San Lorenzo, era evitar que se rindieran homenajes al jefe de la barrabrava, que era una suerte de “celebridad” en el mundo canalla, luego de estar al frente de la hinchada durante casi 30 años.Las autoridades del gobierno santafesino lograron evitar con varios artilugios que el sepelio de Bracamonte se transformara en un nuevo foco de problemas, y que provocara enfrentamientos, desmanes y, sobre todo, un raid de venganzas. Además de reforzar la seguridad en zonas específicas de la ciudad, en la morgue donde estaba el cuerpo de Pillín y en cementerios, decidieron, en conjunto con la familia del jefe de la barra de Central, que no iba a haber velorio, ni tampoco sepultura.El problema recaía en la decisión del fiscal Alejandro Ferlazzo, que prefirió, por cuestiones de la investigación, que se espere unos días para la cremación del cadáver, porque se trató de una muerte…LA NACION