Bruno Fernandes de Souza ya no sonríe como en sus días felices bajo el cielo del Maracaná. Tiene la cara seria. Luce nervioso. Se tropieza, por momentos, al hablar. En la sala del juicio se escuchan murmullos. Afuera del tribunal, un montón de los que alguna vez lo aplaudieron por sus atajadas para Atlético Mineiro, Corinthians o Flamengo ahora le gritan “asesino”. Y lo repiten hasta la disfonía. Pronto se conocerá la sentencia: 22 años de prisión por el asesinato, secuestro y ocultamiento del cadáver de Eliza Samúdio, la madre de su hijo Bruninho. El crimen ocurrió en 2010, y el caso causó conmoción en Brasil como consecuencia de la popularidad del futbolista.La escena se puede ver en el crudo documental ofrecido por Netflix y titulado La víctima invisible: el caso Eliza Samudio. Y es un caso paradigmático de un fenómeno que no es nuevo, pero que sí es creciente: futbolistas asociados al delito, muchas veces -sobre todo en este tiempo en el que las víctimas ya no callan- contra mujeres.Desde aquella sentencia, sin embargo, la situación procesal y carcelaria de Bruno Fernandes fue oscilando. En 2017, fue beneficiado con un habeas corpus que le permitió salir en libertad, pero…LA NACION