Con puntualidad inglesa y un look “pampas chic”, Eric Clapton subió anoche, por cuarta vez, a un escenario argentino. El primer dato curioso fue su look. ¿Por qué? Porque el hombre suele no hacer diferencias entre un outfit de escenario y el de calle. Viste como cualquier mortal. Así se lo ve en sus conciertos europeos o en los Estados Unidos. Podría ser un músico legendario dispuesto a dar un recital de una hora y cincuenta minutos o el simple mortal que ingresa a un banco para hablar con un oficial de cuentas por un problema que tiene con su caja de ahorro en el homebanking. Camisa y saco, pantalón de jean y mocasines náuticos color beige. En otra situación habría pasado inadvertido entre la muchedumbre, o en la fila del cajero automático. Por supuesto que si alguien lo reconociera, podría hacerle una reverencia. Pero este caso fue diferente: Poncho, pañuelo al cuello, gorra visera y una sonrisa leve al escuchar la ovación del público, durante ese breve trayecto que caminó entre bambalinas y el micrófono. ¿Qué pasó con ese Clapton que salió de sus formalidades habituales? Que toco en Buenos Aires; digamos que fue eso, si acaso esto pueda…LA NACION