SOUTHAMPTON.- Todos los veranos, camino a actividades deportivas infantiles por Long Island, esta redactora pasa frente a un pato gigante de estuco al costado de la ruta. Este no servirá mucho más que para vender, en su interior, memorabilia de Flanders, un pueblo donde la cría avícola era central, y ya ni siquiera lo es, pero arranca una sonrisa. Que no es poco. Es de los años 30 y nunca se lo derribó gracias a Robert Venturi, uno de los padres del posmodernismo. En su manifiesto radical Aprendiendo de Las Vegas, sostuvo que el pato era digno del mismo respeto que el diseño arquitectónico “alto” y que frente a las aburridas estructuras comerciales que quedaron bordeando las carreteras en EE.UU., su existencia era especialmente loable. Imposible no estar totalmente de acuerdo. Gracias, Robert (cuac).Del otro lado del Atlántico, sin embargo, Venturi está recibiendo unos cuantos golpes. Y como no podía ser de otra manera para alguien que se deleitaba con el absurdo, éstos vienen del más allá, y del interior de columnas que él mismo construyóDel otro lado del Atlántico, sin embargo, Venturi está recibiendo unos cuantos golpes. Y como no podía ser de otra manera para alguien que se…LA NACION